Muchas han de ser las
tormentas que hoy golpean tu vida, fuertes son los vientos de pensamientos negativos
los que soplan en tu cabeza de un lado a otro, muchas son las olas de
sentimientos abrumantes las que hoy
quieren hundir tu barca, y pronto llega el miedo, la incertidumbre y la
desesperanza, y nos preguntamos: ¿Maestro, en donde estas, no te importa que me
esté hundiendo? Son muchas las veces
donde en nuestras tormentas dejamos de ver y sentir a Jesús, mas no es
porque Él se haya bajado de nuestra barca y nos haya ha abandonado, es por ti y
es por mí, que pronto nos desesperamos y aun teniéndolo a nuestro lado no le
vemos, no le sentimos, porque nos dejamos cegar y abatir fácilmente por las
tormentas, y somos tu y yo quien con nuestra falta de Fe, tomamos el lugar del
viento y de las olas y golpeamos fuertemente a Jesús, y sin darnos cuenta,
somos tu y yo quienes hundimos nuestra
barca al dejar de confiar en El Buen Maestro.
Jesús calma tu tormenta,
cuando te reconcilias con El a través del sacramento de la confesión, Él toma
tus cargas y te hace descansar en su infinita misericordia.
Jesús calma tu tormenta,
cuando decides firmemente caminar de su Mano, El, quien es el camino, te
conducirá a puerto seguro.
Jesús calma tu tormenta, cuando
le buscas en el Sagrario, y más allá de ser tu quien le contemplas, es El quien
te mira, y con ojos llenos de amor, repara cada parte de tu ser informe.
Jesús calma tu tormenta,
cuando callas para así escucharle a Él, porque tan solo bastara una palabra
suya para sanarte.
Jesús calma tu tormenta, cuando
sin importar cuan grandes sean las olas, sigues nadando a su encuentro.
Jesús calma tu tormenta,
cuando le buscas en la oración, y El que ve en lo secreto de tu ser, te
recompensara.
Jesús calma tu tormenta,
cuando comes su carne y bebes su sangre, porque así, tú permaneces en El, y El
contigo.
Jesús calma tu tormenta,
cuando tienes Fe como María, “He aquí la esclava
del Señor; hágase en mí según tu palabra”.
Jesús calma tu tormenta, cuando
confías tu vida en sus Manos, así que no temas, no huyas, no reniegues de aquel
que hasta el viento y el mar le obedecen, tan solo confía, permítele obrar, y
mira cómo se levanta sobre tu vida y da órdenes al viento y al mar: “Silencio,
Quédate Quieto” y pronto ha de llegar la calma.
Marienyibeli de Jesús.